¿Cómo se puede pensar la adolescencia desde un punto de vista psicológico?
La adolescencia no es una etapa de transición entre la niñez y la vida adulta. Es un momento de la vida en sí mismo, como lo son la infancia, la adultez o la vejez. Y como tal tiene sus propias dificultades que atravesar.
Es un momento de la vida destinado indefectiblemente a la crisis, donde la conmoción interior es ineludible. Es un tiempo donde las emociones se experimentan de una manera como nunca antes se habían sentido, pero que, sin embargo, los jóvenes, no logran identificarlas con precisión. Su mutismo se debe más a la falta de palabras para decir sobre lo que sienten que a una intención de no comunicar. De hecho, comunican y mucho, pero lo hacen a través de conductas destinadas a manifestar aquello que sufren interiormente.
La adolescencia es un tiempo de perdidas, pero también de estar perdido. Y hará falta tiempo y mucho trabajo a nivel psíquico para poder reencontrarse. Son muchos los interrogantes y malestares que el crecer puede traer consigo. Es un tiempo donde estalla tanto un conflicto interior como un conflicto con quienes lo rodean, sobre todo y esencialmente con sus padres o quien ocupe el lugar de autoridad.
Esta crisis que implica la adolescencia es necesaria y estructurante de la personalidad del joven. Será necesario afrontarla y atravesarla para salir fortalecido. Pero ciertamente, muchos jóvenes presentan dificultades para poder lidiar con los cambios, no solo corporales, sino a nivel de las relaciones, tanto consigo mismo como con su entorno. La expresión de su sufrimiento puede derivar en comportamientos peligrosos que pongan en riesgo su integridad física e incluso su vida. Abuso de sustancias, anorexias y bulimias, autolesiones, intentos de suicidios, agresiones a terceros, entre otros. O bien manifestaciones de su sufrimiento que sin llegar al límite del riesgo de vida expresan un malestar interior con el que no pueden lidiar: Manifestaciones depresivas, dificultades con los estudios y en las relaciones, aislamiento, fobias, crisis de angustia o ataques de pánico por dar algunos ejemplos. Es frente a estos modos de exteriorizar la crisis donde el trabajo clínico con estos jóvenes cobra gran relevancia.
Como psicóloga, cuando tengo enfrente a un joven adolescente trabajo para acompañarlo a atravesar sus conflictos de un modo más saludable, construyendo juntos aquellos recursos que le permitan elaborar los cambios y el malestar que está sintiendo en su interior.